Una plenitud perdurable

Recuerdo hace unos años, cuando apenas comenzaba a dar mis primeros pasos como cristiana, que tenía un gran temor a dar un paso más profundo en la búsqueda de Dios. Tenía miedo de entregar más de mi vida a Dios y ser cambiada, tal como promete el Señor:

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
‭‭2 Corintios‬ ‭5‬:‭17‬ ‭RVR1960
‬‬

Mi verdadero temor radicaba en la preocupación de si sería verdaderamente feliz al hacerlo. Este miedo reflejaba típicamente la preocupación humana centrada en el “Yo”. Pensaba en mi propia felicidad, en mis anhelos y en todas las cosas que había soñado hacer. De alguna manera, sabía que Dios podría hacer realidad mis sueños, pero también sabía que podría cambiar mis planes y desbaratarlos, como se menciona en “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”.Isaías 46:10b:

Sé que muchas otras mujeres luchan con este mismo temor y se hacen la misma pregunta: “Si entrego todo a Dios: mis anhelos, mi familia, mis planes, todo, sin que quede nada reservado, ¿seré verdaderamente feliz?”

Edyah Ramos expresó en su libro “Nuestro Edén”:

“Existe un deseo natural tan grande en nosotras de ser amadas, escogidas y ser parte de algo más grande que nosotras mismas que, sin duda, deseamos verlo cumplido en nuestras historias personales. Sin embargo, producto de la presión cultural que nos asedia, hemos terminado entregándonos a todas las ofertas de plenitud que el mundo ofrece y que, finalmente, solo nos vuelven a dejar como estábamos al comienzo: rotas, vacías y llorando de rodillas.”

Edyah Ramos

En el Salmo 16:11, se nos asegura: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”.

La verdadera plenitud aun en medio del sufrimiento que esta vida promete, solo se encuentran en una relación íntima con Jesucristo y entender lo que ha hecho por nosotras, dandonos victoria sobre el pecado y la muerte.

Cuando entregamos todo a Dios, incluyendo nuestros anhelos, familias y planes, estamos obedeciendo el mandato bíblico de amar a Dios sobre todas las cosas (Mateo 22:37) y confiar en Su soberanía. Aunque podemos temer que Él cambie nuestros planes, recordamos Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Recuerda que solo le entregaremos algo que ya le pertenece, algo sobre lo cual ya el tiene todo el dominio, nosotros solamente nos estaremos poniendo en línea con sus planes, aceptando con gozo sus decisiones.

Cuando caminamos en su voluntad, encontramos la verdadera plenitud y dicha plenitud es aun más abarcador qué la “Felicidad”. Filipenses 4:7 nos recuerda: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Esta paz y satisfacción no se encuentran en las puertas equivocadas que el mundo ofrece, sino en seguir a nuestro Señor y Salvador y obedecer su palabra.

Entonces, para responder a la pregunta: “¿Podré tener regocijo si entrego todo a Dios?”, la respuesta basada en la Palabra de Dios es un rotundo sí, pero esa alegría no está basada en lo terrenal o en un sentimiento. Entregar todo a Dios no solo nos trae paz y plenitud, sino que también nos coloca en el camino de cumplir el propósito del Señor para nuestras vidas, que es mucho más grande y satisfactorio de lo que podríamos imaginar.