Confiar en Dios es Obedecer

”Señor, mostramos nuestra confianza en ti al obedecer tus leyes; el deseo de nuestro corazón es glorificar tu nombre.“ Isaías 26:8 NTV

La palabra “tangible” se refiere a algo que es perceptible por el tacto o claramente definible y real. En un sentido más amplio, lo tangible es aquello que tiene una existencia física concreta y puede ser tocado o medido. Por ejemplo, un objeto físico como una mesa o un libro es tangible.

La confianza, en su esencia, es un concepto abstracto y por lo tanto es considerada intangible. Es una cualidad o estado emocional que se refiere a la creencia en la fiabilidad, verdad, habilidad o fortaleza de algo o alguien. Aunque la confianza en sí misma no es algo que se pueda tocar o ver de manera física, puede manifestarse a través de acciones o resultados tangibles.

 

Por lo tanto, la manera más tangible en la que mostramos nuestra confianza en Dios es cuando obedecemos su palabra. 

La Confianza y la Obediencia

En el mundo a menudo, la obediencia se ve como una restricción o una pérdida de libertad. Vivimos en una sociedad que valora la independencia y la autoexpresión, se enfoca más en la gratificación y los resultados inmediatos que en las consecuencias a largo plazo o las implicaciones eternas, donde seguir reglas o mandatos puede parecer anticuado o incluso opresivo. Esta visión se basa en la creencia de que la felicidad y la satisfacción provienen de seguir nuestros propios deseos y juicios. 

En contraste, la perspectiva de Dios, como se revela en la Biblia, nos muestra que la obediencia a Dios no es una limitación, sino un camino de libertad que vivimos en Cristo. Esta visión entiende que Dios, como nuestro Creador y Redentor, conoce lo que es verdaderamente bueno para nosotros y que sus mandamientos están diseñados para nuestro bienestar y crecimiento espiritual.

La obediencia a Dios es más que un mero cumplimiento de reglas; es un acto de amor y confianza. En Juan 14:15, Jesús dice: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. Este versículo nos muestra que la obediencia no es una carga, sino una respuesta amorosa hacia Aquel que nos amó primero.

 

La Historia de Abraham como ejemplo:

Consideremos como ejemplo la historia de Abraham, específicamente en Génesis 22, cuando Dios le pide que sacrifique a su hijo Isaac.

En Génesis 12, Dios llama a Abram (más tarde llamado Abraham) y le promete hacer de él una gran nación. Esta promesa, reiterada en Génesis 15 y 17, culmina con el nacimiento de Isaac, el hijo prometido. Aquí, la fe de Abraham no solo se basa en creer en las promesas de Dios, sino en actuar en consecuencia.

En Génesis 22, la fe de Abraham se somete a una prueba extrema. Dios le pide sacrificar a Isaac. Esta petición parece contradecir la promesa anterior de Dios. Sin embargo, Abraham obedece. Su obediencia no es ciega, sino una manifestación de su confianza en que Dios podría incluso resucitar a Isaac de entre los muertos para cumplir su promesa (Hebreos 11:17-19).

La historia de Abraham y Isaac es un ejemplo vívido de obediencia nacida de la confianza en Dios. Abraham no solo cree en las promesas de Dios; actúa según esa creencia, incluso cuando parece irracional. Esta historia se sitúa en el contexto de la narrativa mayor de la Biblia, que culmina en Jesucristo. El sacrificio solicitado de Isaac prefigura el sacrificio de Jesús, el Hijo de Dios, quien fue entregado por su Padre por nuestra salvación.

 

Preguntas para reflexionar:

¿Al enfrentar decisiones difíciles, confías en Dios y buscas su guía, incluso cuando el camino no parece claro?

¿En tiempos de pruebas, mantienes tu fe en Dios, confiando en que Él tiene un propósito mayor?

¿Estudias la Biblia para entender las promesas de Dios ?

¿Oras por fortaleza y sabiduría cuando te enfrentas a situaciones que desafían tu entendimiento o tus deseos?

 

Seamos como Abraham, dispuestos a confiar y obedecer a Dios incluso cuando no entendemos completamente Su plan. Recordemos que, a través de Cristo, Dios ha demostrado su amor y fidelidad inquebrantable. Que nuestra obediencia no sea de temor, sino de amor y confianza en Aquel que nos ha dado todo, incluso su propio Hijo.

 

Oremos juntas:

Señor Dios, como Abraham, queremos confiar en Ti completamente. Ayúdanos a obedecer tu palabra, incluso cuando desafíe nuestra comprensión o comodidad. Que nuestra fe sea evidente en nuestras acciones, reflejando siempre tu amor y fidelidad, como hemos aprendido en Jesucristo. Amén.